Santiago Hassim es señalado, pero la corrupción en Senasa refleja un problema estructural del Estado dominicano
República Dominica.– El gesto del presidente de ponerse al frente y proclamar tolerancia cero ante la corrupción tiene un valor simbólico y político innegable. Pero ese valor solo se sostiene si va acompañado de un respeto absoluto a la independencia del ministerio público y de la no injerencia en los procesos judiciales.
La institucionalidad no se fortalece con declaraciones sino con límites claros al poder. Igual de esencial es preservar la presunción de inocencia, no como excusa, sino como pilar del debido proceso en una democracia que aspira a madurar.
El caso Senasa ha detonado una onda expansiva que revela más que un episodio aislado; muestra una falla sistémica que compromete la supervisión, los controles y, sobre todo, la relación primaria entre la política y los recursos públicos.
Santiago Hassim aparece en el centro del huracán, pero sería ingenuo pensar que todo se explica en un solo nombre. Lo que está bajo escrutinio es un modelo patrimonialista que ha permeado al Estado por décadas, independientemente del partido gobernante.
La verdadera reforma exige asumir que el sistema entero necesita corregirse: la administración, la clase política y, de manera urgente, el empresariado que hace negocios con el Estado.
Sin una ética más exigente, sin controles blindados y sin un compromiso real con la transparencia, la corrupción seguirá mutando. Este es un momento para aprender, no para simular.