El género humano, realidad y construcciones
La fragmentación del género humano en múltiples categorías puede afectar la estabilidad social y el diálogo racional.
Actualizado: 16 de Diciembre, 2025, 06:37 AM
Publicado: 13 de Diciembre, 2025, 08:31 AM
Santo Domingo.– La afirmación de que solo existe un género —el género humano— hunde sus raíces en la historia más profunda del pensamiento filosófico, científico y jurídico de la civilización.
La importancia del género humano único en la filosofía y la ciencia
Durante milenios, la humanidad se ha comprendido a sí misma como una sola comunidad ontológica, unida por una naturaleza común que trasciende diferencias de sexo, cultura, lengua, creencias o costumbres.
Esta concepción no surge de prejuicios ni de negaciones arbitrarias, sino del reconocimiento de una realidad objetiva: todos los seres humanos pertenecen a una única especie y comparten una misma dignidad esencial.
Desde la filosofía clásica, el ser humano ha sido definido por aquello que lo distingue del resto de los seres vivos: su racionalidad, su capacidad moral, su conciencia de sí y su apertura a la vida social.
Aristóteles lo definió como "animal racional y político", mientras que la tradición cristiana y humanista añadió la noción de dignidad intrínseca, independiente de cualquier condición accidental.
En este marco, el género humano no es una categoría cultural ni una identidad subjetiva, sino una realidad ontológica que precede a cualquier construcción social.
La ciencia moderna, particularmente la biología, confirma esta visión fundamental. Existe una sola especie humana: Homo sapiens.
La biología reconoce la diversidad individual, las variaciones físicas y psicológicas, y la existencia de dos sexos reproductivos claramente definidos desde el punto de vista genético.
Ninguna de estas variaciones altera la pertenencia al género humano ni crea nuevas realidades ontológicas.
La ciencia describe hechos verificables; no produce categorías simbólicas orientadas a redefinir la esencia del ser humano.
Construcción cultural y desafíos sociales del concepto de género
El uso contemporáneo del término "género" como multiplicidad de identidades surge en un contexto histórico específico, principalmente en el siglo XX, vinculado a corrientes sociológicas, psicológicas y culturales.
Estas corrientes separaron el concepto de género del sexo biológico y lo convirtieron en una categoría interpretativa de roles, percepciones y autodefiniciones.
Se trata, por tanto, de una construcción cultural y narrativa, no de una realidad natural en sentido estricto.
Reconocer que estas construcciones existen en el plano cultural no implica negar la experiencia subjetiva de las personas ni desconocer su dignidad. Toda persona merece respeto por el solo hecho de ser humana.
Sin embargo, una cosa es el respeto a la persona y otra muy distinta es redefinir la base ontológica de la humanidad.
Cuando las categorías culturales pretenden sustituir a la realidad biológica y antropológica, se corre el riesgo de confundir planos distintos del conocimiento.
La noción de un único género humano ha sido históricamente el fundamento de los derechos humanos universales. Los derechos no derivan de identidades particulares, ni de autodefiniciones cambiantes, sino de la condición humana compartida.
Fragmentar la humanidad en múltiples géneros ontológicos debilita este fundamento común y abre la puerta a nuevas formas de exclusión, paradójicamente en nombre de la inclusión.
A lo largo de la historia, las sociedades que han preservado una noción fuerte de humanidad común han sido capaces de construir marcos de convivencia más estables.
Cuando la identidad colectiva se diluye en una multiplicación infinita de categorías, la cohesión social se resiente y el diálogo racional se vuelve más difícil. La civilización se sostiene sobre principios compartidos, no sobre narrativas individualizadas sin límites.
Desde una perspectiva ética, afirmar la existencia de un solo género humano es un acto de afirmación de igualdad radical.
Nadie es más humano que otro.
Nadie necesita una etiqueta adicional para reclamar dignidad, respeto o derechos.
La humanidad es suficiente. Todo lo demás —roles, identidades, expresiones— pertenece al ámbito de la cultura, la psicología o la experiencia personal, no al núcleo ontológico del ser.
En conclusión, sostener que el género es uno solo, el humano, no es una negación de la diversidad, sino su correcto encuadre.
La diversidad existe dentro de la humanidad, no fuera de ella ni por encima de ella.
Confundir construcciones culturales con realidades ontológicas conduce a la pérdida de referencias comunes y a la erosión de los fundamentos racionales de la convivencia. La humanidad, una e indivisible, sigue siendo el punto de partida irrenunciable de toda reflexión seria sobre la persona y la sociedad.


