Francia, el Vaticano y la diplomacia comparada: El caso Stefanini y elcContraste USA–RD

La diplomacia vaticana mantiene criterios propios frente a presiones políticas internacionales.

Santo Domingo.– Llegué a Roma el 21 de marzo de 2009 como Embajador de la República Dominicana ante la Santa Sede, y presenté mis Cartas Credenciales al Papa Benedicto XVI el 3 de abril del mismo año. Era una época de profundos movimientos internos en la Curia y de importantes transiciones políticas en Europa.

En ese entonces, el Embajador de Francia ante la Santa Sede era Stanislas de Laboulaye, designado por el Presidente Nicolas Sarkozy. Mantuvo una relación de trabajo excelente con el Vaticano, continuando la larga tradición francesa de influencia diplomática en la Santa Sede.

Con el cambio político en París en 2012, la representación diplomática francesa en el Vaticano pasó a manos de Bruno Joubert, diplomático de carrera, lúcido, respetuoso y con gran conocimiento del dossier religioso. Permaneció en el cargo hasta inicios de 2015, y fue precisamente su salida la que abrió el camino al episodio diplomático más delicado entre Francia y la Santa Sede en muchas décadas: el caso Laurent Stefanini. Un nombramiento que, desde el primer momento, despertó atención y que, con el tiempo, se transformó en una controversia simbólica cargada de implicaciones políticas, ideológicas, mediáticas y eclesiológicas.

La propuesta francesa: un diplomático de alto perfil

La propuesta francesa: un diplomático de alto perfil

El 5 de enero de 2015, el Gobierno francés envió al Vaticano la propuesta formal para que Laurent Stefanini fuese aceptado como Embajador de Francia ante la Santa Sede. Su perfil era, sin exageración, impecable. Era un católico practicante, culto, reservado, con una trayectoria profundamente vinculada a los asuntos religiosos del Quai d’Orsay. Entre 2001 y 2005 había sido el número dos de la Embajada francesa ante la Santa Sede, por lo que conocía desde dentro los códigos, las tradiciones y los ritmos peculiares de la diplomacia pontificia. Más tarde, se desempeñó como Jefe de Protocolo del Palacio del Elíseo bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy, cargo en el que fue confirmado por François Hollande, lo que prueba su reputación de equilibrio político y profesionalismo.

No solo gozaba del apoyo de sectores diplomáticos franceses, sino también de figuras eclesiásticas de primer nivel. Según diversas fuentes, su candidatura fue alentada por el entonces Arzobispo de París, Cardenal André Vingt-Trois, quien conocía personalmente al diplomático y lo consideraba un hombre serio, discreto y profundamente respetuoso de la Iglesia.

Todo indicaba que la Santa Sede recibiría con agrado su designación. Sin embargo, ocurrió exactamente lo contrario.

El silencio del Vaticano: una negativa sin confrontación

Pese al prestigio del candidato, el Vaticano no emitió el placet. Y en diplomacia vaticana —donde las palabras son medidas con precisión quirúrgica— el silencio prolongado no es ausencia de respuesta: es una respuesta. Es la forma elegante, antigua y firme de decir no sin generar una confrontación pública innecesaria.

Los principales diarios europeos empezaron a registrar señales de tensión. Señalaban, entre otros factores, que Francia había dado un protagonismo mediático exagerado a la nominación, y que el clima ideológico posterior a la aprobación del mariage pour tous en 2013 —la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo— seguía generando fricciones entre París y sectores de la Iglesia.

También apuntaban a lo que se percibía como un intento del Gobierno franceses de enviar un mensaje político mediante el nombramiento.

La Santa Sede, que históricamente evita cualquier tipo de utilización simbólica de su diplomacia, optó por el silencio.

En abril de 2015, el Papa Francisco recibió personalmente a Stefanini. Fue un gesto de humanidad, cortesía y consideración hacia el funcionario francés. Pero también un mensaje implícito: la presión mediática del Gobierno francés no facilitaba el discernimiento final.

Un caso más delicado que los precedentes.

A diferencia de episodios anteriores —como el de Jean-Loup Kuhn-Delforge, rechazado en 2007, o el de otros candidatos estadounidenses o búlgaros— el caso Stefanini era más complejo por un conjunto de razones:

Era célibe, sin vida de pareja conocida, no tenía militancia política activa, no era considerado un símbolo ideológico, y, para muchos cardenales, era un hombre de Iglesia, alguien cercano espiritual y culturalmente a la sensibilidad católica. Además, conocía de primera mano el funcionamiento interno del aparato diplomático vaticano. Por eso, el silencio prolongado de la Santa Sede abrió un debate mucho más profundo que el de casos anteriores: ¿por qué un candidato tan calificado no obtenía el placet?

El intento de mediación: el encuentro con el Nuncio Luigi Ventura.

El 11 de abril de 2015, el diario italiano La Stampa, en su sección Vatican Insider, reveló un hecho que marcó el punto más delicado del episodio. El 5 de febrero de 2015, el Nuncio Apostólico en Francia, Arzobispo Luigi Ventura, convocó a Stefanini a una conversación privada.

Según esa revelación, Ventura —hablando en un plano extraoficial— sugirió a Stefanini que considerara renunciar voluntariamente a la candidatura, afirmando que su orientación sexual podría complicar el proceso del placet. Stefanini se negó a renunciar, explicando que había sido el propio Gobierno francés el que lo había propuesto y que no podía desautorizarlo.

El mero hecho de que el Nuncio abordara el tema directamente con el diplomático, sin una comunicación formal paralela con el Gobierno de Francia, evidenciaba que el asunto se había transformado en un terreno extremadamente sensible: político, ideológico, religioso y emocional.

Hollande interviene: presión desde el Elíseo.

La reacción del Presidente François Hollande fue inmediata y pública: “El candidato de Francia ante la Santa Sede sigue siendo Laurent Stefanini.”

Con esa frase, Hollande convirtió un asunto diplomático delicado en un tema de Estado. La presión pública creció, los medios intensificaron la cobertura y la Santa Sede, fiel a su tradición, se mantuvo imperturbable.

El Vaticano respondió con un escueto “no comment”. Era la señal definitiva de que: no habría placet, no habría explicación pública, no habría discusión mediática.

Y así fue durante más de un año.

En abril de 2016, Francia nombró a Stefanini Representante Permanente ante la UNESCO, cerrando con ello el capítulo más complejo entre Francia y la Santa Sede desde los conflictos de los años setenta.

Casos similares: una política coherente de la Santa Sede.

El caso Stefanini no fue un hecho aislado. Antes de él, la Santa Sede ya había rechazado o no confirmado candidaturas como: Caroline Kennedy, por su postura pública pro-aborto; Kiril K. Maritchkov, de Bulgaria; Jean-Loup Kuhn-Delforge, en 2007.

    La Santa Sede actúa con criterios propios que no varían según presiones políticas. No responde a modas ni a tendencias ideológicas. Su diplomacia —una de las más antiguas del mundo— opera bajo principios morales y doctrinales que preserva con notable coherencia.

    El contraste con la República Dominicana (2013–2016).

    Mientras Francia enfrentaba esta tensión con el Vaticano, la República Dominicana vivía un escenario que ilustra, por contraste, las dificultades de un país pequeño ante presiones externas más fuertes.

    Desde 2013, en Santo Domingo ejercía funciones un embajador extranjero que promovía públicamente una agenda ideológica casi idéntica a la que Francia intentó presentar en el Vaticano.

    No solo la promovía: presionaba abiertamente al Gobierno dominicano en áreas extremadamente sensibles para la cultura, la frontera y la seguridad nacional del país.

      Ese contraste es revelador: la Santa Sede resistió con firmeza, mientras que la República Dominicana fue objeto de presiones constantes.

      Todo esto, además, ocurría en paralelo al proceso judicial contra el ex nuncio Józef Wesołowski, caso que atrajo la atención internacional hacia Santo Domingo y que agravó la exposición mediática del país.

      2025: la Embajadora Leah Campos revela la presión del Gobierno Biden.

      El 2 de diciembre de 2025, la nueva Embajadora de Estados Unidos en la República Dominicana, Leah Campos, expresó en un discurso público ante la Cámara Americana de Comercio algo que hasta entonces se manejaba solo en círculos diplomáticos: El Gobierno Biden había presionado a la República Dominicana para que abriera la frontera a los haitianos.

      La declaración confirmó de manera oficial que el país fue sometido a presiones externas en un tema que constituye uno de los pilares de su soberanía.

      Conclusión: soberanía, diplomacia y respeto mutuo.

      El caso Stefanini constituye una lección de diplomacia comparada.

      La Santa Sede defendió su soberanía con un silencio firme, sin estridencias, sin humillaciones públicas, sin ceder a presiones mediáticas.

      La República Dominicana —un país pequeño pero con historia y dignidad— también debe ejercer esa capacidad frente a cualquier intento de presión externa, venga de donde venga.

        La diplomacia auténtica no es imposición. Es diálogo, respeto y reconocimiento de las legítimas sensibilidades de cada Estado.

        Sin respeto mutuo, no pueden existir relaciones sanas ni duraderas.