Expertos y ciudadanos cuestionan la capacidad y liderazgo de Francia para un conflicto con Rusia.
Santo Domingo.– Acabo de leer en la madrugada de este sábado 22 de Noviembre 2025 en el diario italiano Il Messaggero unas críticas muy duras de sus lectores a un general francés que aboga por la guerra, mientras la gente quiere vivir en paz.
El general Fabien Mandon ha hecho un llamado reciente —“preparémonos a perder a nuestros hijos en una guerra”— que ha provocado una reacción inmediata y furiosa de miles de ciudadanos franceses.
Y con razón. Resulta irónico que quien jamás ha disparado un arma en un teatro de guerra pretenda ahora convocar a la juventud francesa a sacrificarse en los campos helados de Rusia.
Esta postura no sorprende: forma parte de una tradición histórica francesa marcada por una permanente tensión interna, guerras civiles, revoluciones sangrientas y aventuras militares que, casi siempre, han terminado en desastre. La Revolución Francesa, celebrada como mito fundacional, fue también un periodo de violencia extrema, venganzas despiadadas y una orgía de sangre que dejó cicatrices profundas en su propia sociedad.
En realidad, la Francia que hoy se presenta como potencia moral y militar ha sido históricamente incapaz de sostenerse sin figuras extranjeras que restauraran su orden. El ejemplo más evidente es Napoleone di Buonaparte, italiano de familia toscana nacido en Córcega —una isla que Francia arrebató a Italia poco antes de su nacimiento—, quien tuvo que poner disciplina, estructura y eficacia donde reinaban el caos revolucionario y la incapacidad política.
Fue ese “italiano de accidente francés” quien condujo al país a sus únicas victorias militares realmente significativas desde la Edad Media. Francia, por sí sola, nunca logró una proyección militar comparable, y cuando Napoleón cayó en Rusia, cayó precisamente porque pretendió hacer lo mismo que este general Mandon sugiere: llevar al pueblo francés a una guerra imposible contra la profundidad estratégica y la resiliencia histórica rusa.
Hoy, en pleno 2025, el nuevo jefe del Estado Mayor francés parece ignorar —o peor aún, despreciar— esta lección elemental de la historia. Habla de “espíritu” y de “aceptar el sufrimiento”, pero lo hace desde la comodidad de quien jamás ha estado en un combate real. Es fácil pedir sacrificios ajenos cuando los propios hijos, amigos y familiares no estarán jamás en la primera línea del frente.
Los franceses que han reaccionado indignados tienen razón: ningún gobernante ni ningún general tiene autoridad moral para pedir vidas ajenas si antes no pone en riesgo las propias.
La verdad es otra: Francia no tiene ni la capacidad militar, ni la cohesión social, ni el respaldo popular para provocar un conflicto con Rusia. Y mucho menos posee el liderazgo moral para movilizar a Europa hacia otra aventura militar suicida.
Lo que sí posee, lamentablemente, es una élite política y militar acostumbrada a vivir bien, a pronunciar discursos solemnes y a enviar a otros a morir.
El “nuevo lenguaje bélico” del general Mandon no es valentía: es irresponsabilidad, Es desconocimiento.
Es, en el fondo, un gesto teatral de un funcionario que ha encontrado en la retórica del sacrificio ajeno un medio para justificar su cargo.
Europa no necesita generales que jueguen a Napoleón.
Necesita estadistas que eviten que los errores del siglo XIX y XX se repitan en el XXI.