El proselitismo fuera de tiempo afecta la estabilidad política y la credibilidad de las instituciones democráticas.
Santo Domingo.– La actividad política constante y a destiempo, aunque pueda calificarse o no propiamente como proselitismo o promoción de candidaturas, se convierte en un elemento de perturbación en la vida pública.
Un país no puede vivir, avanzar y prosperar en la economía y en el sosiego público si constantemente está inmerso en medio de una turbulencia de corte político-electoral.
Por esas razones, los partidos políticos deberían entender y aplicar un cambio razonable de conducta y comportamiento.
La Junta Central Electoral merece apoyo en sus advertencias sobre lo improcedente del proselitismo fuera de tiempo.
Sin embargo, como ha señalado certeramente Participación Ciudadana, a la Junta le corresponde pasar de las intimaciones y las simples palabras de advertencias, a la aplicación de sanciones ejemplarizadores y disuasivas para que la politiquería promocional a destiempo deje de ser un elemento perturbador.
Pero esos alegatos ya carecen de argumentos porque si hay vías y formas de llevar a la dirigencia partidaria a actuar con apego a la ley y también a la razón.
Fuera de argumentaciones semánticas estableciendo diferencias entre protestas, mitines y actos proselitistas, los partidos, tanto en el oficialismo como en la oposición, saben muy bien que la campaña electoral a destiempo es una realidad innegable.