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Lo posible de las convergencias discordantes

Concebir un espacio “Caribe” implica concebir el viaje. No importa si de ida o vuelta, si corto o eterno, si feliz o caótico: el viaje es en el Caribe, el Caribe mismo. Su sujeto, será entonces traslaticio y fragmentario. Será la distancia misma entre el espacio caribeño y la diáspora: será, también, las millas que entraña la distancia, las millas de viaje.

Como un secreto a voces que se pluraliza: no solo en un Arco Antillano, sino también en un sitio donde se persigue algún american dream, acertamos en destacar una pieza como La breve y maravillosa vida de Oscar Wao (The Brief Wondrous Life of Oscar Wao) del escritor dominicano Junot Díaz.

Obra que nos invita, incluso desde el propio título (Wao : deformación de “Wilde”), a pensar en la deformación, en el desvarío de una comunidad diaspórica. La breve y maravillosa… no es más que la historia de los personajes de esta comunidad, en la  cual se torna aún más complicada la espinosa relación que establece entre el contexto extranjero y un sujeto que, como Oscar, se transculturaliza. El acá y el allá fecundan y conciben al sujeto nuevo, ese errante que transita a ratos sin historia, a ratos sin tiempo.

De igual modo, se trasplantan las raíces culturales, se adaptan o consumen. Estas acompañan al que se queda, al que se va, al que vuelve, al nuevo. Devienen centinelas para el pueblo que se dispersa y conectan los sucesivos Caribes que se articulan desde esa dispersión.

Nuestro espacio no es más que una construcción, una concatenación de mitos y anticipaciones que se prefiguran sincréticas. Es una gran sopa donde las fiambres son las leyendas y fabulaciones. En este aspecto, La breve y… explota esas construcciones y erige la imagen del dictador latinoamericano, atado originariamente a la fatalidad, fatalidad por demás inherente de los suelos caribeños. Los contextos de la vida dominicana de los años 50’ no resultan menos importantes para la configuración de la diáspora en la novela de Díaz. Por el contrario, el fenómeno del trujillato se funde con los ritos, los olores, los cuerpos y el paisaje. Así lo demuestra Díaz cuando pone en boca de sus personajes:   “Porque Trujillo no es un hombre. Es… una fuerza cósmica…”

Una historia llena del sincretismo popular advertimos en este libro,  que fuera el merecedor del premio Pulitzer de novela en el año 2008. Encontramos una familia marcada, una familia que es escogida por la maldición de fukú y que va a ser acosada perennemente para garantizar su miseria. Nos hace pensar entonces en los  múltiples Cabrales (apellido de la familia de Oscar) caribeños, en los Cabrales (Buendìas) de Macondo, etc.

¿Zafa o Fukú?

-Sabrá Dios

-Puede que Santo Domingo sea el Kilómetro Cero del fukú, su puerto de entrada, pero todos nosotros somos sus hijos, nos demos cuenta o no.

El Caribe de la diáspora crece al tiempo que se complejiza. En contacto con la cultura que lo agrede, la resistencia deja grietas que potencian la transculturación. Eso es Oscar. La cultura trasladada a Jersey es el Centro que lo reclama, pero no resiste el influjo del exterior. Al personaje le cuesta ser parte de uno u otro sitio, pues no es el macho dominicano irresistible para las mujeres, sino el nerd obeso que devora libros de ciencia ficción e imagina dimensiones desconocidas. Oscar es entonces el punto donde se enfrentan las dos culturas, donde el spanglish es la expresión de una mezcla que lleva en su identidad misma.

… el susurro que dice No perteneces Aquí

El espacio caribeño se idealiza toda vez que el sujeto en la distancia lo ha reconstruido. Pero la llegada no puede ser menos difícil para el sujeto que ha conocido el Caribe a través de la diáspora. Oscar es un  producto de lo que ha leído y la ciencia ficción atenta contra el dominicano que pretende ser. No obstante encuentra en la vuelta a casa la Mangosta y el fukú de todo buen caribeño. Oscar se conflictúa en los cañaverales y en las calles dominicanas, pues es en el espacio caribeño, en el viaje de regreso, al otro lado del tiempo, donde encuentra su razón de ser: centro convocado donde la esencia se resuelve. Aunque transculturado, disperso, fractal y devuelto, Oscar se aprehende aunque en fuga, pues es asediado para siempre en las urdimbres del Caribe. La diáspora lo ha engendrado. Oscar quiere decir que algunas noches sueña con la Mangosta, que ha regresado y que Santo Domingo sigue siendo el lugar más pequeño del mundo.

Se trata pues, de entender la unión de lo diverso glissantino, porque nada sobra, nada es adyacente en el Caribe, sino convergente aunque discordante. Y es este, precisamente, el paisaje del Oscar de Junot Díaz, el paisaje de un nerd dominicano que busca conectar con alguna de las dos orillas sin conseguirlo; y en su misión encontramos perspectivas, que aunque discuerdan hasta a veces pensarlas irreconciliables, en algún sitio, a veces muy lejano, logran convergir.

 

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