Víctor Bautista.
Los grandes líderes de hoy –en cualquier ámbito- se dedican a comunicar y a gerenciar. Invierten cada vez más tiempo y recursos en la primera práctica, sin la cual resulta imposible capitalizar la segunda.
Tengo la presunción que en materia comunicacional el gobierno que se inaugura el próximo 16 de agosto tendrá grandes retos, por lo cual deberá conferir la misma importancia a la comunicación que a los pactos sociales y a las reformas ineludibles para alcanzar un Estado funcional y generador de confianza.
Parto de la premisa de que en los últimos dos años el rol de veeduría ciudadana se ha fortalecido y aumentado su nivel de criticidad, mientras que, en función de las promesas –muy bien comunicadas en la campaña- las expectativas son crecientes.
Esto ocurre en un marco social y político con rasgos especiales, determinados por el hecho de que un mismo partido gobernará 12 años corridos (tierra fértil para el desgaste pronunciado) y la oposición tiene el respaldo de la mitad del mercado electoral activo, pese a las escaramuzas intestinas del PRD.
Un segmento juvenil, que demostró su capacidad de crear relatos seductores para la gran prensa y las redes sociales (recordemos la avasallante lucha contra la cementera en Los Haitises y las demostraciones amarillas), se reactivará para no desperdiciar la más mínima oportunidad de buscar sus utopías, levantar la rebelde bandera de los sueños en un país que ofrece pocas oportunidades de inclusión.
En ese contexto, no bastarán las buenas intenciones ni los hechos gubernamentales positivos. La realidad mejor comunicada resultará más irrefutable, convincente y aceptada en un ambiente de oposición partidaria y social cerrado. Me imagino que, siendo un político estructurado y planificador, ya Danilo Medina tiene una estrategia en el campo de la comunicación más allá del “notaprensismo” y de las voces incondicionales. Sin dudas, alante hay arena movediza. De la forma en que se comuniquen las políticas públicas dependerá el éxito del gobierno.
Víctor Bautista
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