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Batalla Electoral 2024

Vía Contraria: Una trampa

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Víctor Bautista

Algunos entes formadores de opinión pública, en conjunto con personajes enquistados en organizaciones del sector privado, mantienen una especie de fuego abierto contra lo que ellos denominan “altos salarios” en instituciones del Estado.

A la causa se han sumado también organizaciones de la sociedad civil, entidades políticas emergentes, añejas y hasta líderes religiosos, todos montados sobre la cresta de una ola populista desorientada con la cual afilan cuchillos para su propia garganta.

En ese contexto, fueron los más activos defensores de una legislación del Ministerio de Administración Pública, en busca de “organizar” los salarios en el gobierno. El debate de esta pieza ha sido aplazado, pero en su momento será retomado porque presiones no le faltan para esos fines.

No hay dudas de que el Estado requiere un reordenamiento salarial que compense de manera justa las investiduras, responsabilidades, aportes, entrega, las prendas éticas de quienes ejercen cargos públicos, pero que también ponga fin al favoritismo y las botellas a través de esquemas de evaluación de desempeño.

Eso es distinto a las aspiraciones de instancias del poder económico privado que sueñan con salarios estatales indignos –bajo una falsa adhesión a la austeridad- para los integrantes de entidades públicas claves que tienen en sus manos el diseño y ejecución de políticas determinantes o que asumen roles de regulación.

El sentido oculto de la cruzada contra los llamados salarios altos en el Estado –un tema motivador de reportajes sensacionalistas- no es más que la expresión de un proyecto de captura de los poderes públicos. Con salarios degradados es más fácil la compra de decisiones y más barata la burla a la ley y a la institucionalidad. No caigamos en la celada. Necesitamos un Estado racional, pero no andrajoso ni menesteroso en el que sus funcionarios se vendan por libra.

La función pública tiene que ser bien pagada, porque de lo contrario abriremos más la puerta a la corrupción y seguiremos llenando las instituciones públicas de descerebrados sin talento y pedigüeños. ¿Esa es la nación que queremos?

Víctor Bautista
@viktorbautista/[email protected]

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