Complace escuchar representantes de iglesias, esto es, obispos, pastores, etc.., motivando a vacunarse, para controlar el coronavirus y evitar que el cuerpo se enferme; de esta manera, se unen a gobernantes de diferentes naciones, quienes tratan de que la población se inmunice. Sin embargo, los líderes religiosos deberían aprovechar este escenario, esta terrible situación, para enfatizar su misión de motivar la población a tener siempre puesta, la vacuna que sana el alma, que serena el espíritu, que da paz; la que inyecta amor a la humanidad.
¿Qué enferma el alma de una nación o individuo? la injusta distribución de la riqueza, la corrupción, la impunidad, el odio, la envidia, la ambición, gente amasando riqueza, mientras la mayoría muere de hambre; eso enferma; produce delincuencia, violencia, tristeza, crisis económica y social, miseria.
¡Urge vacunar el alma !, para protegerla de los males sociales. Las personas necesitan vacunas que permanentemente limpien y cuiden su mente, su sentir; para que puedan atacar, con firmeza y coraje, cualquier pandemia que afecta la sociedad.
¿Qué contiene la vacuna que sana el alma? Está constituida de hermosos valores y principios morales, éticos, cívicos, cristianos, que enseñan a amar el prójimo, a comprender, a perdonar; se inyectan a través de la educación, con actitudes y acciones ejemplares, positivas, que formen personas de bien, útiles a la sociedad. La vacuna que sana el alma, indiscutiblemente, procede del amor al prójimo, de la generosidad, de ayudar los demás y sobre todo ¡de la fe en Dios!
Todos los seres humanos deben comportarse como “médicos” que vacunan el alma: en la nación, los líderes políticos y gubernamentales; en el hogar, los padres de familia; en las iglesias, templos, los sacerdotes, pastores; en los medios de comunicación, los periodistas, etc. Estas inyecciones se ponen a través de las palabras, predicas y actuaciones. Si curamos el alma, todos podremos vivir con más paz y combatiremos, más fácilmente, cualquier pandemia o eventualidad, que afecte negativamente la sociedad.
Urge que los líderes religiosos, no solo inviten a vacunarse para curar el cuerpo, sino también el alma; que expliquen las lecciones que se desprenden de esta pandemia; las señales envueltas en la misma; que es un pellizco para despertar el espíritu y enderezar el camino; para quitar las injusticias sociales; es un decirles a los ambiciosos, corruptos, ladrones, los que destruyen naciones para llenarse el bolsillo, mientras la mayoría muere de hambre, que de nada vale el dinero cuando no se disfruta de paz interior ni de libertad.
La mejor vacuna para el alma es tener fe en Dios; serena el espíritu, nos vuelve valientes y da luces, para buscar lo que más conviene; es imitar a su hijo, Jesús, enseñando con las palabras y las acciones, hasta el sacrificio. En un alma sana, no hay temores; se resisten las adversidades, sin perder el camino hacia el bien común.