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La integración  de los padres

Si realmente queremos marchar en dirección a lograr una educación de calidad, objetivo que inspiró el cuatro por ciento, la participación de los padres constituye un factor de primera importancia.  Y cuanto pueda hacer en este sentido debe formar parte también de la misión del maestro.

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Vale la pena hacer insistencia y respaldar el pedido dirigido por el Ministro de Educación a los docentes del sector público a fin de que tomen interés en lograr una mayor involucración de los padres en la labor educativa de sus hijos.

El tema lo hemos enfocado en varias otras ocasiones, partiendo del concepto errado de muchos padres de que la educación de sus hijos corre a cargo de la escuela.  No es así.  El aula es para adquirir conocimientos, el hogar para formar en valores.  El maestro enseña; a los padres toca  la  misión de educar.

Es una tarea a tiempo completo, que obviamente comprende  interesarse y seguir de cerca el desenvolvimiento de los hijos en las aulas escolares, su comportamiento, dedicación y nivel de aprovechamiento académico.

Pero esto es  solo  una parte del trabajo.  Es en el seno del hogar donde se desarrolla la educación y se forma la personalidad.  Y tiene como base fundamental el ejemplo de vida ajustada a los  valores que proyecten los progenitores.  El respeto y consideración que se guarden los padres se reflejará de manera positiva en los hijos.   Esposos que no se respetan entre sí, terminarán por ser irrespetados por sus propios hijos.

Son muy escasas las posibilidades que  de hogares disfuncionales surjan adultos emocional y moralmente sanos y ciudadanos cabales y responsables.  Esto solo se ha dado por excepción en algunos casos en que esa situación negativa por parte de los progenitores ha dado lugar a una reacción positiva por la del hijo.

Una realidad innegable es que en nuestro país la institución de la familia,  tradicionalmente considerada como piedra angular de toda sociedad, ha estando marchando en escala descendente.  Basta recordar que estudios realizados hasta ahora han establecido que en más del cincuenta por ciento de los hogares dominicanos está presente la violencia intra-familiar.

Es la misma que por imitación norma el comportamiento de alumnos que llevan esa misma violencia del hogar al aula, y no en sentido contrario.

No puede ignorar por otra parte que un buen número de familias son monoparentales, con la carga del hogar y del hijo casi siempre a cargo a mujeres abandonadas por sus parejas que a más de subvenir a las necesidades materiales, se ven obligadas a desempeñar la función de madre y llenar el vacío que deja la ausencia del padre.  La mayoría, por lo general prematuras, lamentablemente no dispone de la madurez,  capacidad ni disposición para tan exigente desempeño.

Partiendo de esas realidades, hay que reconocer que en algunos casos no será fácil la tarea del maestro de tratar de integrar más a los padres a la labor y el desempeño escolar de sus hijos, lo cual en modo alguno debe tomarse como excusa para no poner en ello el mayor empeño.  Es precisamente en lo exigente de esa importante misión que radica el verdadero mérito de llevarla a cabo.

En definitiva, padres más integrados al proceso de enseñanza de sus hijos llegan a ser los mejores aliados del maestro y contribuirán a facilitar su labor.  Abocarse a ese propósito es también parte, y muy importante,  de su trabajo docente.

Si realmente queremos marchar en dirección a lograr una educación de calidad, objetivo que inspiró el cuatro por ciento, la participación de los padres constituye un factor de primera importancia.  Y cuanto pueda hacer en este sentido debe formar parte también de la misión del maestro.

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