La preferencia de jesús por los pobres: lo que es y lo que no es

La queja constante no refleja la fe auténtica ni la imitación de Cristo.

Santo Domingo.– I. Jesús sí tiene una preferencia clara por los pobres:

Cuando Jesús proclama: “Bienaventurados los pobres” (Lc 6,20) y “me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres” (Lc 4,18), se refiere a algo mucho más profundo que la simple falta de dinero.

Su preferencia es espiritual, social y ética: Dios se pone del lado de quienes sufren injusticia, de los oprimidos, de los despreciados, de los marginados y de aquellos que reconocen su necesidad de Él.

¿Qué significa la pobreza evangélica según Jesús?

II. La pobreza evangélica no es miseria humana ni queja permanente

Jesús no canoniza la miseria.

Jesús no glorifica la autocompasión.

Jesús no elogia la queja.

La pobreza que Él exalta es la humildad real, la libertad interior y la capacidad de confiar en Dios sin apego a los bienes materiales.

No se trata de vivir lamentándose, sino de mantener un corazón humilde.

III. Jesús mismo NO vivió como pobre que se queja

El Señor vivió como un trabajador sencillo, un artesano digno. Nunca mendigó compasión ni vivió en lamentos. No dijo jamás “no tengo nada”. Su vida fue de serenidad, dignidad, confianza profunda y desapego auténtico. Incluso en la cruz no se victimizó; se entregó.

    ¿A quiénes prefiere Cristo realmente?

    IV. ¿A quiénes prefiere Cristo entonces?

    A los pobres reales: los oprimidos, los explotados, los que no tienen defensa.

    A los pobres humildes: los que confían, los que agradecen, los que no se aferran.

    A los pobres dignos: los que no viven de la queja, sino de la esperanza.

    La preferencia de Cristo no es por quien se declara pobre de palabra, sino por quien vive con un corazón pobre, abierto a Dios.

    V. El cristiano que vive diciendo “no tengo nada”: ¿qué revela?

    No es humildad evangélica.

    No es imitación de Cristo.

    Es un hábito cultural, una defensa social, un mecanismo emocional aprendido.

    La queja constante no es virtud cristiana; es deformación espiritual.

    La fe auténtica se expresa en gratitud, serenidad y confianza, no en lamentos permanentes.

    VI. Conclusión

    Sí, Jesús tiene preferencia por los pobres.

    Pero no por la pobreza artificial que nace de la queja.

    Cristo prefiere a los humildes, a los que sufren injusticia, a los que viven con dignidad.

    La verdadera pobreza cristiana es interior y se fundamenta en la confianza, no en el lamento.

    Jesús nunca vivió quejándose, y el cristiano auténtico tampoco debería hacerlo.