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Obediencia y Respeto

En estos tiempos se ha originado en muchas familias una crisis interfamiliar entre padres e hijos, debido a que los conyugues, para sostenerlos, se ven obligados  a trabajar fuera del hogar.

Ese interés de las parejas de garantizar el status económico de sus hijos, no les permite tener tiempo para ocuparse de la educación hogareña, que implica los valores, como el amor filial, los buenos modales, la honestidad, la gratitud, la cortesía, el respeto mutuo, la confianza y la obediencia, siendo esta enseñanza más importante que la que reciben los niños y adolescentes en colegios y escuelas.

Esto trae como consecuencia que los hijos, carentes de una buena relación con sus padres,  por el poco tiempo que tienen sus progenitores de compartir con ellos, se arriesgan a que caigan en un estado de crisis emocional, que afecte la obediencia que  deben observar.

Ante esa situación, entonces los padres cuando tienen que disciplinar a los hijos, algunos apelan a la vara o a la correa, como un medio de disuasión, que implica castigo corporal y muchas veces verbal, profundizando aún más el problema. Pero cuando el amor y la buena educación hogareña prevalecen, entonces los hijos por respeto a sus padres, se sujetan y le obedecen y se comportan bien, en compensación a su buen trato, cariño y afecto.

Esta enseñanza hogareña a los niños y adolescentes, así como también a los jóvenes, sin lugar a dudas, va a prevalecer aun cuando éstos sean adultos y padres de familia.

Traigo esto a colación, porque en una expedición de caza, una familia se detuvo para almorzar. Los niños jugaban a la sombra de un árbol, distantes de sus padres y del resto de los adultos del grupo. De repente, el padre de uno de ellos, pegó un salto y gritó a su hijo: Échate al piso y éste lo hizo inmediatamente. Los otros en el grupo se impactaron al saber que una serpiente venenosa se arrastraba por el árbol lista para atacar al niño. Si lo hubiese mordido, habría muerto. Sólo el padre del infante vio la serpiente.

Causó asombro la respuesta instantánea del chico ante la orden del padre. Este último explicó el amor permanente que disfrutaban y que cada vez era mayor, tomando como punto de partida la verdad que había en cada uno.

El muchacho no vaciló ante la orden de su padre confió en él y respondió en consecuencia a ello. El padre también esperaba que ese fuera el proceder de su hijo. El reposo que ambos disfrutaron más tarde ese mismo día, fue evidencia del descanso perdurable que Dios tiene para cada uno de sus hijos a medida que aprendemos a confiar en Él.

Dios quiere permanecer en nosotros, y anhela que permanezcamos en Él. Esta permanencia se hace más fácil para unos que para otros.

No siempre es posible saber lo que Dios ha planeado para nuestras vidas, pero podemos asegurar que cualquier cosa que sea, Él está listo para sostenernos en esa situación y capacitarnos con lo necesario para soportar, mientras ahí Él nos quiera.

La permanencia comienza con la confianza y concluye con absoluto descanso. Juan 15:4 Permaneced en mí, y yo en vosotros.

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