Gustavo Petro fue de izquierda (M-19), ya no lo es.
Está ubicado a la derecha de las izquierdas, cerca de sectores de poder estadounidenses (enclavados en el Partido Demócrata), del empresariado menos conservador y del liberalismo tradicional de Colombia. Profesa, en consecuencia, un “progresismo” moderado, corriente sumamente ambigua, como decía Ernesto –Che- Guevara.
Su Pacto Histórico tiene componentes de las izquierdas políticas y sociales en sus versiones reformista, reformadora e incluso transformadora o revolucionaria. Hasta parte de las izquierdas insurgentes lo prefiere a otras opciones.
Una figura impactante de esa alianza, procedente de movimientos sociales radicales, con vocación transformadora, es la candidata a vice-presidenta, Francia Márquez: mujer, negra, de origen humilde y feminista-revolucionaria.
Rodolfo Hernández, candidato supuestamente independiente, no es de “centro”. Es un empresario de la extrema derecha un tanto disfrazado de luchador contra la corrupción. Es un conspicuo integrante de la oligarquía capitalista colombiana, muy parecido a Donald Trump. Fue fabricado dentro de un plan para impedir que Petro pasara en primera vuelta, con el propósito de bloquearlo en la segunda, a base de la suma de votos derechistas y la repetición del fraude ya desplegado en las primeras votaciones.
Federico Gutiérrez no es simplemente de derecha, ni solo de extrema derecha. Fue el candidato del uribismo, cuya base fundamental es narco-corrupción y para-militarismo, y su práctica es la criminalidad extrema y el terrorismo de Estado respaldado por lo peor de la oligarquía.
Petro, con lo que le restaron mediante fraudes diversos, alcanzó en primera vuelta el 40.3% de los votos válidos.
El bufón de Hernández el 28%.
El representante de Uribe y Duque, solo obtuvo el 24 %. Fue previamente derrotado por el ejercicio de democracia de calle durante la reciente huelga que pedía la cabeza de Duque; protesta, por demás, inclementemente masacrada.
Ese era una de los propósito del plan: colocar a Petro frente a Hernández y no directamente contra Gutiérrez, el más vulnerable, el que menos posibilidades tiene de sumar; para entonces presentar, de cara a la segunda vuelta, una aparente sumatoria de extrema derecha que ofreciera una perspectiva de votación superior al 50 %, lo que además facilita el fraude siguiente.
· Un escenario difícil para el Pacto Histórico.
Este resultó el peor escenario para el Pacto Histórico, el más difícil, aunque no totalmente imposible de vencer.
El éxito, todavía factible, dependerá más que de la suma de algunas opciones menores, de la capacidad de la fórmula presidencial encabezada por Petro de atraer a indecisos y abstencionistas, franjas en las que habrán de pescar también sus acérrimos enemigos neofascistas.
Este ha sido el costo de no ajustar cuentas con el Gobierno de Duque y Uribe durante la reciente huelga, responsabilidad de quienes se empecinan en sustentar una línea esencialmente electoralista-reformista; incapaz de aceptar el ejercicio de la democracia de calle para potenciar el despliegue de la rebeldía popular hasta las últimas consecuencias.
Gran parte del pueblo, hastiada de un Estado delincuente y terrorista, y harta del uribismo criminal y la extrema derecha, al cerrarse temporalmente la vía extra-institucional que potenció la huelga y las consiguiente movilizaciones multitudinarias, optó por apoyar a Petro y lo va a seguir haciendo; aunque éste no represente un cambio sustancial, sino más bien un paso limitado y “presionable” por EEUU y sectores de gran capital; y a la vez “torpedeable” por una oposición neofascista feroz con fuerte respaldo imperial.
El desenlace de esta contienda luce todavía incierto, y aun en el menos malo de los casos, está presente una fuerte tendencia a la transacción de las promesas electorales de mayor alcance.
Procede, en consecuencia, si se consolida la opción fascistoide en segunda vuelta, como también en caso de concretarse el cambio de Duque por Petro, que el pueblo que tomó las calles con ansias liberadora y el componente avanzado del Pacto Histórico, se preparen para un accionar independiente capaz de enfrentar el continuismo feroz, o la tendencia a la claudicación propia de un “progresismo” inconsistente.
Nunca olvidar que uno u otro gobierno estarán montados sobre un narco-estado terrorista, intervenido militarmente por el Comando Sur del Pentágono y cualquiera de los dos realizarían su gestión dentro de las actuales bases institucionales y el status jurídico político vigente.
Ese dilema está planteado.