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Reflexiones de la mediana edad

Creo que este es mi momento. Aclaro que no está movido por ánimo de retiro, cansancio, miedo, frustraciones o incertidumbre ni mucho menos por temas vinculados con la salud. Yo estoy bien y mi gente también.

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Una breve parada para reflexionar mirando atrás y adelante le llega a cada quien en la vida. Esa evaluación es importante para quienes han seleccionado una existencia contextualizada, en plena conciencia de lo que depara ser parte de la raza humana.

Creo que este es mi momento. Aclaro que no está movido por ánimo de retiro, cansancio, miedo, frustraciones o incertidumbre ni mucho menos por temas vinculados con la salud. Yo estoy bien y mi gente también.

Trabajo desde la adolescencia: ayudante de reparador de neumáticos, en desabolladura y pintura, vendedor ambulante de repostería, aprendiz de locutor musical y de noticias, estudiante de bellas artes, básicamente pintura y, ocasionalmente, asistente en siembra de arroz y cosecha de habichuelas.

Esa etapa en la provincia fue intensa e iba en paralelo con mi membresía en la iglesia pentecostal donde, de oídos, tocaba la batería en los cultos. Siempre lideré algo y en la congregación fui presidente de la sociedad de jóvenes y parte de un escuadrón de predicadores.

Las visitas a la biblioteca municipal eran sistemáticas porque me encantaba el olor a libros viejos y el silencio espeso, casi de catedral inactiva. Aunque madrugo, siempre me he ido tarde a la cama porque las ideas más productivas me brotan después de la medianoche y le doy forma en la madrugada. Soy de ciclo corto en el sueño, me levanto con energía y siento que el descanso es casi siempre absoluto.

He asumido con intensidad el periodismo profesional y académico (reportero, editor, director, productor) en todas las plataformas: impresos, digitales, radio, televisión.

Con la misma pasión estoy en el ejercicio de consultor en comunicación. El trabajo duro, de largas horas, sin respetar fines de semana, me ha acompañado.

El balance es satisfactorio, no he acumulado fortuna, no la busqué ni me interesa. El pequeño patrimonio de la familia es limpio y no tiene origen dudoso, por lo cual mis descendientes no tendrán que ruborizarse ni inclinar la cabeza avergonzados.

El mayor activo es una familia estable, unos hijos bien educados y en valores, criados dignamente desde el punto de vista material, ciudadanos del mundo y con un futuro rutilante, preparados para vivir en su época y ser transformadores.

A nadie engaño, busco solamente las compensaciones justas y no acepto negocios sucios ni tratativas que me quiten la paz interior. He creado las condiciones para decidir libremente a quien sirvo y a quien no, eso no tiene precio.

 

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