Nunca he estado de acuerdo con tener, por ley, un Defensor del Pueblo. Su misión corresponde a otros organismos; ese dinero se lo pueden ahorrar. Cuando anunciaron que lo establecerían, me pregunte ¿para qué? Los males y deficiencias que reinan en la nación son estructurales; para defendernos de ellos, debemos erradicarlos, no buscar quien los alivie de manera individual; necesitamos hacer una reingeniería estatal y poner una plataforma cuya misión sea una sociedad justa, equilibrada, humana. No es cuestión de un defensor, con dos o tres empleados, recibiendo denuncias, vociferando y enarbolando un nombre.
No obstante, la Defensoría del Pueblo fue aprobada, abrió sus puertas. ¿Cuál es su función? Teóricamente, es una figura que se crea para garantizar los derechos de los habitantes, ante abusos de difícil solución por la vía burocrática o judicial; denuncia y supervisa la administracion publica para defender derechos y libertades de la población. Entonces ¿pueden los pobres con hambre y sin techo conseguir por su vía que dependencias estatales les resuelvan sus necesidades básicas? O acaso ¿es simplemente un lugar donde se hace catarsis, se vomita, un almacén donde depositan males, reclamando ayuda? Bueno, si fuera un organismo para vigilar el Estado, combatir la corrupción, eliminar “el barrilito”, abogar por justa distribución de la riqueza, ¡para pensar en grande!, con un altoparlante permanente denunciándolo, sería otra cosa.
A mi juicio, el defensor del pueblo debe ser el presidente de la Republica, así como los congresistas y el poder judicial; deben garantizar los derechos y deberes de los habitantes. Para ser eficientes, descentralizan, abren ministerios y direcciones; necesitan de funcionarios honestos y capaces. Lamentablemente, cuando estos tres poderes pierden el control, asumiendo deberes que no le corresponden, todo se desestabiliza. Por ejemplo, la misión de los congresistas es: legislar, fiscalizar y representar; pero se autoasignaron un “barrilito”, millones de pesos, para “resolver problemas sociales”, en lugar de fiscalizar y llamar al orden, las instituciones que deben hacerlo y no cumplen con sus objetivos. No lo hacen, porque no procedería tener barrilito ni el Defensor del Pueblo.
Defender al pueblo no puede concentrarse en una persona; debe ser un eje transversal en todas las políticas públicas; una estructura, que enseña a cada ciudadano a ser su protector, a ser disciplinado, respetuoso, ejemplar en el cumplimiento de sus deberes, actuando en buena lid y recurriendo al organismo correspondiente para determinado servicio. Hay muchas naciones estructuradas para que cada ciudadano sea su defensor; deberíamos empeñarnos en servir de modelo.
Las actuaciones de la Defensoría del Pueblo en el pais confunden; la gente toca sus puertas buscando alivio a males, que surgen del sistema sin control; problemas que solo podrán ser eliminados con un plan integral de desarrollo y normas, que ejecute el Estado; ayudaría que cada ministerio o dependencia estatal tenga un formato, una cartilla a la vista, que permita conocer sus objetivos, reglas, con los derechos y deberes de los ciudadanos.
Defensores del pueblo, sin tener que pagarle, pueden surgir por doquier; parecería que al Estado le conviene institucionalizado, pagándole, para dar señales “democráticas”; eso le resulta más fácil que tener todo un pueblo defendiéndose o conseguir que las instituciones, cumplan con su misión. Qué pena que algunos medios de comunicación, pensando en el bienestar personal, no cooperen con el bien común; serian estupendos defensores del pueblo.
Ojalá que antes de elegir el nuevo Defensor del Pueblo, ponderaran más objetivamente, si sus funciones son necesarias o no; si vale la pena hacer esa millonaria inversión en ese organismo.
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