El debate sobre el "colapso" del Imperio Americano
El debate incluye factores militares, económicos y financieros que condicionan el futuro del liderazgo global.
Actualizado: 19 de Diciembre, 2025, 06:52 AM
Publicado: 19 de Diciembre, 2025, 06:43 AM
Santo Domingo.– Durante mis años en Roma, al residir a dos minutos a pie en Via di Porta Angelica, una de mis rutinas intelectuales más constantes y formativas era caminar cada mañana hasta el kiosco de periódicos y revistas situado casi al pie de una de las columnas del colonnato de Bernini, en la Plaza de San Pedro.
Durante mis años en Roma
Allí, entre diarios italianos, franceses, españoles e internacionales, se palpaba la temperatura real del mundo, muy distinta a la que ofrecían los comunicados oficiales o los discursos diplomáticos.
temperatura real del mundo
Una vez al mes, además, emprendía una caminata más larga hasta Via Cola di Rienzo, donde adquiría el volumen mensual del grupo Limes, una publicación que, por su densidad, rigor y ambición analítica, siempre me pareció más un libro que una revista. Limes fue, y sigue siendo, una escuela de realismo geopolítico.
Debate geopolítico y la influencia de Limes
Hoy ya no frecuento aquellos kioscos. El mundo ha cambiado, y también las formas de acceder al debate intelectual.
Sigo a Lucio Caracciolo y a Limes a través de internet y de su canal de YouTube, donde los debates son más inmediatos pero no menos profundos.
Fue así como este viernes 12 de diciembre de 2025 me encontré con una exposición de Caracciolo dedicada a un tema que lleva años madurando en su pensamiento: no la caída de la nación americana, sino el "colapso" del Imperio americano, entendido como sistema de hegemonía global.
Análisis del colapso del imperio americano
Esta distinción es clave. Para Caracciolo, Estados Unidos no está condenado como nación histórica ni como potencia relevante, pero sí atraviesa una crisis estructural de su proyecto imperial, es decir, de su pretensión de organizar y garantizar el orden mundial de manera prácticamente unilateral, como lo hizo tras el final de la Guerra Fría.
El "colapso" del que habla no es un derrumbe súbito, ni una derrota militar espectacular, sino un proceso de erosión progresiva de los pilares que sostuvieron la hegemonía estadounidense durante casi un siglo.
Esa tesis ha generado un debate intenso en Italia y en Europa. Un buen ejemplo es la reseña publicada el 21 de noviembre de 2025 por Il Giornale d´Italia, que recoge un intercambio entre tres analistas de alto nivel: Lucio Caracciolo, Marco D´Eramo y Roberto Mazzoni.
El texto es valioso porque no se limita a contraponer optimismo y pesimismo, sino que pone sobre la mesa tres lecturas distintas del mismo fenómeno.
Caracciolo sostiene que Estados Unidos se enfrenta a un límite histórico. La presión militar rusa, visible en el conflicto ucraniano y en la resistencia de Moscú a aceptar una derrota estratégica, y la potencia económica, tecnológica e industrial de China, que ya no depende del sistema occidental como en los años noventa, obligan a Washington a elegir.
Según esta lectura, la política de Donald Trump —más allá de sus rasgos personales— expresaría un intento de "salvar la nación americana" reduciendo ambiciones imperiales, aceptando una cierta retirada estratégica y concentrándose en la cohesión interna.
Marco D´Eramo, por su parte, introduce una nota de cautela histórica. Recuerda que Estados Unidos ha atravesado crisis profundas y aparentemente terminales, como la Gran Depresión de 1929, y aun así fue capaz de reinventarse y salir fortalecido.
Ganó la Segunda Guerra Mundial mientras sufría una crisis económica devastadora y, desde entonces, ha demostrado una capacidad extraordinaria de adaptación estratégica. Desde esta perspectiva, dar por hecho un declive irreversible sería una lectura ingenua y apresurada.
Roberto Mazzoni aporta un tercer ángulo, centrado en lo que denomina la "triple revolución trumpiana". Según él, Estados Unidos estaría ensayando una reconfiguración profunda de su poder a través de tres movimientos: una relación menos conflictiva con Rusia, la introducción de instrumentos monetarios innovadores como las stablecoins para reforzar el dólar fuera del control exclusivo de la Reserva Federal, y una inversión del proceso de deslocalización industrial mediante la recuperación de soberanía productiva y territorial. Para Mazzoni, no se trata de un repliegue, sino de una mutación del imperialismo estadounidense.
El autor de la reseña critica a Caracciolo por considerar poco creíble la idea de un colapso imperial. Recuerda que ningún imperio en la historia ha aceptado pacíficamente su final.
Los imperios luchan hasta el último momento, sacrifican primero a sus enemigos, luego a sus aliados, y solo ceden cuando ya no tienen margen. Desde esta óptica, hablar de "colapso" sería confundir una crisis de modelo con una renuncia real al poder.
El texto añade argumentos empíricos para sostener esta crítica: la enorme red militar estadounidense repartida por el mundo, el papel todavía central del dólar en el comercio internacional, el repunte reciente de las previsiones de crecimiento del PIB estadounidense, y los grandes proyectos geoestratégicos en curso, desde el Ártico y Groenlandia hasta la cooperación energética con el Golfo Pérsico.
Todo ello dibuja una potencia en crisis, sí, pero lejos de la irrelevancia.
Sin embargo, incluso esta lectura más optimista reconoce que Estados Unidos atraviesa una crisis profunda, distinta a la de 1929.
El riesgo actual no reside solo en la economía real, sino en el propio sistema financiero-monetario internacional, saturado de deuda, activos de riesgo y una creciente pérdida de credibilidad. En este punto, ni las stablecoins ni ninguna innovación aislada parecen capaces de ofrecer una solución mágica.
Visto en conjunto, el debate revela algo más profundo que una discusión sobre Estados Unidos. Lo que está en cuestión es el agotamiento de un modelo global, basado en la hegemonía, la financiarización extrema y una competencia sin visión de largo plazo.
Desde esta perspectiva, el declive no es solo americano. Europa, y particularmente países como Italia, muestran síntomas sociales, demográficos y económicos incluso más preocupantes.
La pregunta final que deja planteada el debate es inquietante y decisiva:
¿Estados Unidos intentará salvarse trasladando los costos de su reconfiguración a sus aliados europeos, profundizando su dependencia y su estancamiento, o será capaz de impulsar un nuevo equilibrio internacional más inclusivo y cooperativo?
En un mundo cada vez más complejo, las respuestas simples y los eslóganes son malas guías. Escuchar a analistas como Caracciolo, D´Eramo y Mazzoni no garantiza certezas, pero sí ayuda a formular mejor las preguntas que definirán el próximo ciclo histórico.


