La Navidad, una tradición que es el reflejo de cultura y diplomacia en un mundo globalizado

En Japón, la Navidad combina elementos importados con costumbres locales, destacando cenas de pollo frito y postres típicos.

Por: Edwin E. Feliz Brito.

La Navidad es mucho más que una conmemoración religiosa del nacimiento de Jesús; constituye un fenómeno cultural de alcance global que amalgama herencias milenarias, rituales comunitarios, adaptaciones locales y prácticas contemporáneas de diplomacia cultural.

Su significado y sus formas de celebración reflejan la diversidad de tradiciones sociales e históricas que han incidido en su configuración actual y, en numerosos contextos, se convierte en una plataforma simbólica para proyectar valores compartidos y fortalecer vínculos entre pueblos y Estados.

Origen de la Navidad y sus raíces culturales

Reinaldo Chirinos, en su artículo El origen de la Navidad: un viaje a través de la historia y las culturas, sostiene que esta festividad conserva huellas profundas de múltiples raíces culturales que trascienden el relato cristiano tradicional.

Destaca que muchas de sus prácticas tienen antecedentes en celebraciones paganas asociadas al solsticio de invierno, como el Yule nórdico, que conmemoraba el retorno de la luz tras los días más cortos del año.

Con la cristianización de Europa, estas tradiciones fueron resignificadas e incorporadas al calendario religioso y, con el paso de los siglos, la Navidad fue integrando elementos folclóricos, comunitarios y simbólicos que hoy se expresan de manera diversa en distintas culturas del mundo.

En esa misma línea, Yann Legendre, en una entrevista publicada por el diario francés Le Monde, alude a tradiciones ancestrales como el tronco de Yule, hoy reinterpretado en el emblemático postre bûche de Noël.

Este consiste en un bizcocho enrollado, relleno y cubierto de crema, chocolate o mantequilla, cuidadosamente decorado para evocar la forma de un tronco de madera.

Su estética no es fortuita: simboliza el antiguo ritual europeo de quemar un gran leño durante el solsticio de invierno como expresión de protección, renovación y prosperidad para el nuevo ciclo.

Con el tiempo, y a medida que los hogares dejaron de contar con grandes chimeneas, el ritual se trasladó del fuego a la mesa, convirtiéndose en un postre festivo que hoy ocupa un lugar central en la cena navideña en Francia y otros países francófonos, sin perder su carga simbólica de unión familiar y renovación.

Diversidad de tradiciones navideñas en el mundo

De manera similar, las formas de celebrar la Navidad varían ampliamente según el contexto geográfico y cultural, pero conservan una constante: el fortalecimiento de los lazos sociales y comunitarios.

En Europa, por ejemplo, el árbol de Navidad cuyo origen se remonta a la Alemania del siglo XVI se ha difundido globalmente como símbolo de vida, esperanza y unidad familiar.

En Islandia, la tradición del Jólabókaflóð refleja una expresión cultural singular: el intercambio de libros en vísperas de la Navidad para pasar la Nochebuena leyendo en familia, una práctica que evidencia cómo la festividad se adapta a condiciones históricas y sociales específicas.

En Japón, la Navidad se vive de forma marcadamente distinta a la experiencia occidental. Aunque no se trata de una celebración religiosa mayoritaria, se ha consolidado como una temporada festiva caracterizada por espectaculares iluminaciones, un ambiente marcadamente romántico en la Nochebuena y tradiciones propias que combinan elementos importados con preferencias locales.


Entre las costumbres más llamativas destacan las cenas a base de pollo frito popularizadas por cadenas como KFC y el pastel navideño de crema y fresas, así como las extensas decoraciones urbanas que transforman las ciudades en espacios de encuentro y celebración. Esta versión contemporánea del fin de año conjuga consumismo, estética festiva y nuevas formas de sociabilidad, reflejando una adaptación cultural de la Navidad al contexto japonés.

En otros escenarios, como el polaco, la cena de Nochebuena y platos tradicionales como el barszcz z uszkami que es una sopa tradicional polaca a base de remolacha, acompañada de pequeñas pastas rellenas de hongos que aportan profundidad y carácter al plato es reconocida por la armonía de sus sabores, su elaboración es cuidadosa y prolongada, con una cocción lenta de ingredientes como remolacha, zanahoria, raíz de perejil, apio y manzana, seguida de un reposo que permite concentrar y equilibrar los aromas.

Más allá del ámbito doméstico, la Navidad se ha caracterizado por actuar como un instrumento eficaz de diplomacia cultural y un componente clave del soft power de los Estados, al permitir la proyección de valores culturales en escenarios internacionales. Un ejemplo paradigmático de esta diplomacia festiva es la tradición de Noruega de donar anualmente un árbol de Navidad al pueblo estadounidense, exhibido en Washington D.C. como símbolo de gratitud por la asistencia recibida durante la Segunda Guerra Mundial.

Trascendiendo lo ceremonial y representando una expresión tangible de vinculación histórica, cultural y diplomática entre naciones, además en la capital estadounidense, más de sesenta embajadas participan cada temporada en iniciativas de gastronomía diplomática, donde chefs representan a sus países a través de platos tradicionales de la época en eventos como el Embassy Chef Challenge o la publicación del European Union Holiday Cookbook.

Estas actividades utilizan la cocina como un lenguaje universal de conexión cultural, generando espacios de encuentro que fortalecen la comprensión intercultural y los lazos entre comunidades internacionales.

Asimismo, iniciativas como la semana intercultural Veus de Nadal, Voces de Concordia en Valencia, impulsada por el Cuerpo Consular, demuestran cómo la Navidad puede funcionar como un puente para la integración cultural y la convivencia.

Exposiciones de belenes del mundo, música tradicional y mesas de diálogo sobre temas de interés común evidencian que esta festividad, lejos de limitarse a una celebración estacional, desempeña un papel activo en la diplomacia pública y cultural, facilitando un diálogo simbólico entre naciones, comunidades y contextos diversos.

Más allá de sus manifestaciones tangibles, la Navidad también se expresa a través de discursos, símbolos y rituales públicos que configuran narrativas colectivas. Tradiciones como los mensajes navideños de monarcas europeos o los discursos presidenciales refuerzan valores de paz, unidad y esperanza, construyendo un imaginario compartido que trasciende fronteras nacionales.

La persistencia de estos discursos en las agendas culturales y mediáticas confirma que la Navidad no es solo una costumbre popular, sino un momento propicio para el reafianzamiento de valores compartidos y el fortalecimiento de identidades colectivas en un mundo interconectado.